Con la voluntad de divulgar la mirada humanista y promover el autoconocimiento y el bienestar, el Institut Gestalt abrió sus puertas con las jornadas “Experimenta”, una invitación a la reflexión práctica, donde a través de talleres vivenciales, los asistentes pudieron explorar las distintas disciplinas terapéuticas en un espacio de aprendizaje compartido. Más allá de dar a conocer la labor pedagógica que el Institut desarrolla día a día, estas sesiones también perseguían el objetivo de proponer un repertorio de recursos para profundizar en nuestra subjetividad y enseñarnos a habitarla desde una perspectiva más sana y consciente. Así, después de una semana de acogida, el Institut Gestalt se abre al mundo con la determinación de seguir promoviendo la mirada humanista y con la convicción de que el autoconocimiento y el desarrollo personal son caminos de crecimiento y bienestar, no solo individual sino también, y, sobre todo, colectivo.
Como epílogo de esta experiencia, y con la misma voluntad de pensar la terapia humanista como una fuerza paliativa, capaz de incidir en el cuerpo social, el pasado jueves 15 de junio tuvo lugar la última sesión programada de las jornadas: una conversación enmarcada bajo el título: La mirada humanista como camino de transformación social. En este coloquio, conducido por el periodista y escritor Gaspar Hernández, los tres fundadores del Institut Gestalt y pioneros en el enfoque humanista en nuestro país, Mireia Darder, Joan Garriga y Vicens Olivé, esbozaron diferentes líneas de pensamiento en un debate abierto con el público, donde se exploró cómo la mirada humanista no solo tiene el poder de amortiguar algo tan profundo e inexorable como es la vida, sino que también puede convertirse en un motor de cambio social.
La conversación se inició con una intervención online de Tere Batanás y Bet Costa, dos de las voces de las nuevas direcciones de Área del Institut, donde a modo de reflexión, ponían bajo el punto de mira el detrimento de los valores implícitos en el humanismo, para acabar subrayando la importancia que tiene la reconexión con la esencia humana en la era de la desconexión y el compromiso con el propio proceso personal y el desarrollo individual, para contribuir a la transformación de las personas y, por extensión, de la sociedad en la que vivimos.
Gaspar Hernández y Mireia Darder I Foto: Núria Escribà Planes
En esta línea, Mireia Darder, rehuyendo del ideal neoliberal humanista y de los discursos que animan al sujeto a optimizarse, sortea los planteamientos teñidos de romanticismos superficiales sobre la autoayuda e impugna la exigencia, el juicio constante y la cultura del esfuerzo como rasgos distintivos de nuestra sociedad que debemos a superar. De esta forma, sugiere la necesidad de un cambio de valores que oscilen hacia la reconexión con los cuerpos, la aceptación y la compasión, para aprender a mirar el mundo y, sobre todo, a nosotros mismos/as con unos ojos más amables. Así es como apunta que “los cuidados hacia los demás comienzan cultivando la autocompasión” y la capacidad de establecer una amistad íntima con uno mismo. Una actitud necesaria también a nivel social.
A su vez, Joan Garriga plantea cómo el desarrollo personal a menudo se ha visto anclado en una excesiva fijación en uno mismo y también subraya el poder de la fraternidad como una insignia revolucionaria clave para promover una transformación profunda. Sin perder nunca de vista el valor del trabajo personal, Garriga plantea que es igualmente importante aprender a poner fin a la narrativa del yo individual para evitar desarrollarlo en exceso y acabar cayendo en delirios de grandeza o de egotismo. Por eso, apunta que “si nos centramos demasiado en rescatarnos a nosotros mismos, corremos el riesgo de perder de vista a los demás” e insiste en la importancia de aprender a extender la mano a los demás. Porque precisamente aquí, justo aquí, entre los vínculos y el amor, es donde reposa la fuerza más poderosa que nos ayuda a sobrevivir en un mundo cada día más inclemente.
En un marco social con unas tasas de ansiedades, desórdenes y depresiones crecientes, Garriga señala que no se necesitan más paliativos, sino ir a buscar las causas de este fracaso social y replantear la forma en la que vivimos: “no necesitamos más psicólogos, sino cuestionar el funcionamiento de los cimientos de la vida”. Porque un mundo que admite la necesidad de un gran número de psicólogos es un mundo que confiesa que no va bien, que no favorece la salud y el bienestar de las personas… “Hemos puesto tan énfasis en el individualismo que hemos comprado la falsa libertad a expensas de desvestirnos de protección de los demás”. Ante este escenario, Garriga insiste en que solo podemos hacer frente a la vida con un tejido sólido de vínculos, donde tenga lugar el amparo, acogida y abrigo de un grupo significativo de pertenencia, una red segura de amor.
Por otro lado, Vicens Olivé hace hincapié en una profunda reflexión sobre el autoconocimiento como una vía de comprensión de los mecanismos que tenemos para sobrevivir. Pero matiza que, llegados a cierto punto de nuestra evolución, cuando ya conocemos las dinámicas de la vida, algunos de estos mecanismos quedan obsoletos porque ya no necesitamos alimentar estas estrategias de supervivencia. En lugar de eso, Olivé nos invita a dejarnos caer en el vacío de la propia esencia, a dejarnos llevar por el flujo de la vida y, citando al creador de la Terapia Gestalt, Fritz Perls, nos recuerda que “no hace falta empujar el río, porque este fluye por sí mismo”. Con estas palabras defiende una forma de vida carente de pretensiones, conducida por la sencillez, que no simplicidad.
Gaspar Hernández, Mireia Darder, Joan Garriga y Vicens Olivé I Foto: Núria Escribà Planes
Entre este cruce de ideas, Olivé añade que la vida misma es intrínsecamente cambiante, un axioma inmutable sostenido por la teoría del cambio. Sin embargo, “la transformación es una elección personal, un acto de autoconciencia y responsabilidad” que implica la capacidad de guiar y orquestar los procesos de cambio. Recogiendo y suscribiéndonos a estas palabras, desde el Institut Gestalt queremos seguir invitando a las personas a asumir el timón de su propia evolución, a trazar un camino de transformación que nos haga crecer en el terreno individual, pero sobre todo que se erija como un símbolo colectivo de entendimiento y de comprensión entre todos nosotros. Porque, tal como resalta Garriga, las personas, como una membrana protectora, son nuestra segunda piel que nos abriga y nos escuda contra los golpes de la realidad.
Así, con la determinación de que, por muchas heridas que nos agravie la vida, esta también nos ofrece un burdo entramado de posibilidades para sanarnos, desde el Institut Gestalt cerramos estas jornadas con la voluntad de seguir siendo un espacio de autoconocimiento, pensamiento crítico y acompañamiento terapéutico donde poder aprender a repensarnos, sentir y cuidarnos unos a otros. Así de sencillo, así de complicado.
Núria Escribà Planes