Como docentes y educadores/as, anhelamos que las personas a las que acompañamosi se sientan plenamente incluidas, todas sin distinción. La diversidad que nos rodea en nuestras calles, barrios, ciudades y pueblos, también encuentra su reflejo en los espacios educativos, y debemos considerarlo como una auténtica fuente de enriquecimiento que nos permite ver y aprender de otras realidades. La diversidad, concebida como una valiosa riqueza para la inclusión en todos los sentidos, tanto dentro como fuera de las aulas, nos brinda la posibilidad de desarrollar la empatía y una mirada positiva de los demás. En este contexto, surge una poderosa herramienta: la Pedagogía Sistémica, capaz de promover y favorece estos procesos.
¿Qué es la Pedagogía Sistémica?
Queremos honrar la contribución que hizo en nuestro país para el desarrollo de la Pedagogía Sistémica, tomando la definición de Mercè Traveset en su libro La pedagogía sistémica: fundamentos y práctica (Ed. Graó, 2007):
“Es una nueva forma de mirar la educación y nuestra actitud respecto a todos los actores del acto educativo: familias, alumnos, residentes, usuarios, educadores, docentes y personal de apoyo.
Este enfoque pedagógico trata de crear las condiciones idóneas para que la escuela/centro/servicio sea un espacio orientado hacia el aprendizaje de la vida y para que las nuevas generaciones puedan hacer algo útil con el legado que les ha sido transmitido por sus padres”.
Si consideramos incluir sus orígenes en la definición, podríamos apuntar de forma más simplista que, en esencia, se trata de aplicar los principios y comprensiones propios de las Constelaciones Familiares en el ámbito educativo y/o socioeducativoii.
Origen de la Pedagogía Sistémica
Bert Hellinger, reconocido como el padre de las Constelaciones Familiares, sistematizó las bases de este abordaje terapéutico y, a través de la amplia mirada que permiten las comprensiones de las Constelaciones, este enfoque ha ido permeando en diferentes ámbitos de la vida. En sus inicios, las Constelaciones se destinaron a la terapia individual, mediante procesos de configuración grupal, pero con el tiempo, se expandieron a otros ámbitos de la vida cotidiana como la salud o las relaciones de pareja. Además, se han empleado en el ámbito empresarial y, posteriormente, han sido introducidas en entornos educativos y socioeducativos. Incluso, también están emergiendo algunas experiencias en el ámbito jurídico.
Marianne Franke-Gricksch, una destacada maestra de origen alemán, se embarcó en un viaje de autodescubrimiento en los años setenta, motivada por razones tanto profesionales como personales, como ella misma relata en su libro Eres uno de nosotros (Ed. Alma Lepik, 2001). Durante ese periodo, empezó un proceso de formación y aprendizaje de terapia familiar sistémica, y su camino le llevó a conocer a Bert Hellinger, asistiendo a seminarios que realizaba con una nueva herramienta terapéutica, las Constelaciones Familiares. Durante algunos años compaginó dos mundos, el escolar y el psicoterapéutico, y no fue hasta principios de los años noventa que de forma espontánea germinó en clase la semilla de la aplicación de la mirada sistémica.
Por otro lado, en México, las inquietudes de Angélica Olvera y Alfonso Malpica, directores del Centro Universitario Emilio Cárdenas, les llevaron también, a finales de los años noventa, a formarse en Constelaciones Familiares con Bert Hellinger, y a desarrollar el concepto de Pedagogía Sistémica con aportaciones diversas y fundamentales, como son la aplicación en el ámbito de la educación formal de las comprensiones adquiridas de las dimensiones que nos afectan en nuestra vida.
Particularidades de la Pedagogía Sistémica
A lo largo de los años de investigación continua y aplicación de las compresiones, hemos constatado que al aplicar los Órdenes del Amor de las Constelaciones Familiares (pertenencia, orden y equilibrio entre el tomar y el dar), más la suma de las comprensiones de las diferentes dimensiones que nos afectan como persona (la dimensión transgeneracional, la dimensión intergeneracional, la dimensión intrageneracional y la dimensión intrapsíquica), redunda en bienestar para los alumnos/as y/o personas con las que trabajamos, y al mismo tiempo nos dota de paz y serenidad a los profesionales que las aplicamos.
Además, a lo largo de estos años, se han ido incorporando conocimientos de otras disciplinas como las derivadas de las neurociencias, los últimos conocimientos en el tratamiento del trauma y el liderazgo sistémico. Y desarrollando y aplicando una parte importante de tradiciones ancestrales puestas al servicio de los procesos de aprendizaje, como son las historias, cuentos y metáforas. Y hemos recuperado e incorporado tanto en las aulas como en servicios socioeducativos los rituales, prácticas que nos han acompañado toda nuestra existencia.
Por tanto, la disciplina de la Pedagogía Sistémica ha ido adquiriendo una identidad propia y se postula, no solo como una herramienta de trabajo para los profesionales de la educación, sino también en una filosofía de vida, al igual que ha ocurrido con las Constelaciones Familiares, que nos permite estar más presentes, ser más conscientes de los procesos de las personas que atendemos y de nuestros propios procesos vitales, en definitiva, de cuidar mejor y cuidarnos.
En Pedagogía Sistémica, sostenemos que la principal herramienta de trabajo somos nosotros mismos. Por tanto, emprendemos un enriquecedor proceso de integración, abrazando tanto nuestras virtudes como nuestras imperfecciones, nuestras historias de vida, los ancestros que nos precedieron y que dieron lugar y sentido a que estemos aquí y ahora, a las historias que hemos vivido, a los hechos que hemos asistido y que nos han conformado como personas. Este proceso de integración que hay que transitar, nos permite vivir con serenidad y reconocer que las personas somos seres singulares e individuales y, al mismo tiempo, seres relacionales. Por eso, lo que tenemos siempre presente son los diferentes vínculos que están presentes en el acto educativo. Desde los vínculos educador-alumno, pasando por los vínculos entre alumnos y/o profesionales, y en una sucesión de vínculos posibles, llegar hasta los vínculos entre las propias áreas curriculares, o los vínculos con la Administración.
De este modo, llegamos a la conclusión que la mirada sistémica nos proporciona una perspectiva amplia y abarcadora, como la definió Bert Hellinger, que no excluye a nadie ni nada, dando lugar, su lugar, a cada persona y/o acontecimiento sin distinción ni rechazo. El próximo curso comenzaremos la 19ª Edición de la Formación en Pedagogía Sistémica, donde esperamos seguir aprendiendo de las experiencias que nos traen los alumnos con los que compartimos conocimientos.
[i] Con la referencia a “personas a las que acompañamos” queremos mencionar cada vez a alumnos en el ámbito escolar o de la educación formal, a residentes, usuarios y/o participantes de recursos socioeducativos del ámbito social, sean de prevención o de la atención especializada, básicamente de los que llamamos educación no formal.
[ii] En este texto, cuando nos refiramos al ámbito socioeducativo, queremos significar a todo aquel trabajo sistemático en las áreas destinadas a la inclusión social de personas en riesgo de exclusión social, ya sea en servicios y/o recursos especializados, bien sea en programas de prevención específicos.
Jordi Usurriaga Safont
Educador Social. Formado en Constelaciones familiares, Constelaciones organizacionales, Salud sistémica, Terapia Gestalt, Psicología de los Eneatipos de Claudio Naranjo, Practitioner en PNL, Teatro terapéutico. Docente, terapeuta y Director del área de Pedagogía Sistémica del Institut Gestalt.