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MI CUERPO ES MI TEMPLO SAGRADO

4 marzo 2020

Es el vehículo para expresar mi ser más profundo,

es el amortiguador de mi vida emocional,

me ayuda estar presente y realizarme en el mundo material.

 

Mi cuerpo me ayuda a sentirme y darme cuenta de que existo.

En él hace eco cada situación de mi vida.

Se relaja, se tensa, se disfruta, se asusta, se protege.

Me hace sentir bienestar, placer, amor y también a veces miedo, rabia y vergüenza.

Es el sabio e infalible indicador de mi vivencia del presente.

 

Mi cuerpo guarda, en su memoria consciente e inconsciente, toda mi historia.

Sus corazas musculares son el testigo de mis alegrías, mis tristezas, mis victorias y mis miedos.

Son la armadura que he construido para protegerme y amortiguar los desafíos, las experiencias dolorosas y las exigencias de la vida cotidiana.

En un momento de mi vida sentí la imposibilidad de conectar con el placer y la capacidad de encontrar bienestar en mi cuerpo y me di cuenta de que estaba desconectada de él y de mí.

 

Para reconectarme he transitado un largo viaje, he atravesado abismos de gran dolor, desiertos, aguas profundas y emociones reprimidas.

Mi cuerpo había memorizado vivencias de tiempos remotos y los había escondido en un lugar profundo de mi inconsciente.

Al reconectar con mi cuerpo pude escucharlo nuevamente y reconectar con su gran sabiduría.

 

Ahora mi cuerpo es mi mejor compañero, lo amo y le agradezco porque es el que me ha ayudado a llegar hasta donde estoy.

Poco a poco, me fue llevando por el recorrido de mi pasado para sanar las heridas profundas y me reconectó con el disfrute de vivir el momento del presente.

 

En esta odisea no he estado sola. En el camino he encontrado la guía y el acompañamiento comprensivo y sabio de otras personas. Al principio llevaron la antorcha que me ayudó a no perderme en la oscuridad y, cuando estuve lista, me la entregaron para que fuera yo la que la llevara.

A la vez, siempre supe que en mi interior habitaba la sabiduría profunda del observador interno y guía interior, que siempre sabe dónde está mi norte.

 

Y así continúo en el camino infinito de autoconocimiento. Cada paso que doy me ayuda a ordenar mi propia realidad y a fortalecer mi aprendiz y guerrera interna. Es una diosa que me llena de seguridad y que me conecta con mi propio poder. Ella me acompaña y me ayuda a reconquistar mi verdad.

 

Con su sabiduría he dejado de sentirme culpable y he aprendido a expresarme, a poner mis límites con claridad, asertividad y amor. He podido salirme del gran aislamiento y de la soledad que me tenían prisionera.

Por eso, mi cuerpo es mi templo sagrado. Lo cuido, lo amo lo escucho y le agradezco.

 

Texto de Raphaela Kollmann y Ximena Ordónez, facilitadoras del Grupo de Mujeres Sanando Heridas.

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