Desde que hace unos meses publiqué La belleza de sentir, un libro que lleva por subtítulo De las emociones a la sensibilidad, una de las preguntas que me hacen más a menudo es qué diferencia hay entre emociones y sensibilidad. Pues ésta podría ser una posible respuesta: quien más llora no es más sensible y el que no llora no quiere decir que sea insensible.
Cuando alguien llora de verdad está experimentando una emoción. Puede que la misma persona no sepa si llora de tristeza, de rabia, de impotencia… Pero la emoción está y, a través del llanto, se hace visible.
El solo hecho de llorar no es indicador de sensibilidad.
Una persona que llora mucho y a menudo no necesariamente es muy sensible. Tal vez, simplemente, no tiene recursos efectivos para autorregular su llanto.
Confundimos fácilmente emociones con sensibilidad. Pensamos que como más emociones muestra una criatura, más sensible es. Si un niño llora mucho, deducimos que es más sensible que otro que llora menos. Quien llora más en un entierro parece que lo sienta más o que tenga más estima hacia el muerto. Pero muchas veces no es así. Quien no llora puede sentir una tristeza y un afecto tan grandes, o más, que el que se harta de llorar.
Expresar emociones no es sinónimo de sensibilidad y no expresarlas no significa falta de sensibilidad. Contención emocional no significa pobreza de sentimientos. La criatura que no llora puede ser tan sensible o más que la que llora, y necesitará el mismo consuelo o más.
Personas que se emocionan con facilidad o que saben expresar emociones hay muchas. Que sepan transformar sus emociones en sensibilidad, menos.
La emoción es un mecanismo biológico innato, mientras que la sensibilidad es una creación de la inteligencia afectiva, que supone bastante más que experimentar y expresar emociones. Sensibilidad es abrir un espacio interior a la emoción para hacer surgir preguntas, conocimiento, comprensión, fortaleza, bondad. Sensibilidad, más que llorar, es ser conscientes de por qué lloramos, buscar algún sentido o utilidad al llanto, saber sacar algo de provecho.
No somos más sensibles cuando lloramos. Lo somos cuando la tristeza nos hace más humanos y nos ayuda a comprender mejor la tristeza de los otros y del mundo.
Por Eva Bach.
Pedagoga, maestra y escritora. Especialista en educación emocional.
Artículo publicado el 18 de septiembre de 2015 en el Diario ARA, dentro del Suplemento “Criatures” de los sábados, en el espacio llamado “Flors de Bach”. Traducido del catalán.