Todos nos quejamos alguna vez, generalmente en grupo. En ocasiones necesitamos canalizar la rabia o la impotencia expresando nuestro descontento y malestar en voz alta.
Eso no tiene porqué ser negativo. El problema surge cuando hacemos de la queja un hábito, una realidad cotidiana que nos acompaña en nuestro día a día y nos hace ir por la vida como una nube gris.
Personas que se quejan por vicio: ¿tienen solución?
Nos sentimos malhumorados, la gente de nuestro alrededor huye de nuestro lado y empezamos a darnos cuenta de que algo está fallando en nuestro interior. Nos quejamos porque, en el fondo, no queremos asumir la responsabilidad de cambiar las cosas que no nos gustan.
Para saber si la queja es algo puntual o sistemático en nuestra cotidianidad, deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿quejarnos nos está ayudando a sentir mejor o nos está haciendo sentir tristes, enfadados y decaídos?
Si la respuesta es la última opción, es hora de actuar. Te damos 6 consejos para desactivar la queja y empezar a actuar.
1. ¿Es un vicio o un derecho?
Todos nos quejamos, de hecho, en nuestro país últimamente quejarse es casi el deporte nacional, y tenemos derecho a ello.
La queja puede ser una manera de expresar el dolor y la molestia que puede resultar beneficiosa.
Sin embargo, cuando esta queja se da de forma sistemática en todos los ámbitos de nuestra vida y se repite durante mucho tiempo, convirtiéndose en un hábito, vale la pena plantearse qué nos ocurre.
La queja puede ser una manera de esconder la cabeza bajo tierra como si fuéramos un avestruz, en lugar de afrontar el problema que nos preocupa.
Nos facilita el hecho de no pasar a la acción y enfrentarnos a lo que está ocurriendo.
2. Si te quejas por sistema, actúa
Las personas que se quejan de forma sistemática son las que menos se dan cuenta de su forma de funcionar. En cambio, a las que nunca se quejan tal vez les ayudaría hacerlo más…
Conviene ser valientes y asumir que estamos instalados en la queja. Una manera de hacerlo es detectar cómo contamos a alguien aquello que nos ha ocurrido.
¿Hacemos más énfasis en la parte negativa, es decir, en aquella que nos faltó y nos quejamos de eso? ¿Nos hacemos responsables de lo que ha sucedido?
¿Tenemos tendencia a culpar a los demás o a las circunstancias de lo que nos está ocurriendo y nos quejamos de ello?
Darse cuenta de que estás teniendo este comportamiento es el primer paso para poder cambiar los hechos, salir de la queja y empezar a actuar.
3. Trucos para relativizar
Una buena forma de iniciar el cambio para salir de la queja es relativizar un poco lo que estamos afirmando.
Un ejercicio muy eficaz es añadir “¡…pero no tanto!” cada vez que nos damos cuenta de que nos estamos quejando. Muchas veces nos quejamos de nuestras propias parejas una y otra vez.
La próxima vez que nos demos cuenta de que lo estamos haciendo podemos decir “No me quiere porque no se acuerda de hacer lo que me gusta… pero no tanto”; “Nunca tiene un detalle cariñoso… pero no tanto”, “Este ejercicio es un rollo… pero no tanto”.
Su objetivo es desactivar la queja y salir del pensamiento negativo sistémico.
4. Preguntar y aceptar lo que es
Otra propuesta para salir de la queja es hacer el trabajo que nos sugiere Byron Katie ante un pensamiento que queremos cambiar.
El trabajo consta de cuatro preguntas: ¿es verdad?, ¿puedes saber que es verdad con absoluta certeza? (Sí o no) ¿Cómo reaccionas, qué sucede, cuando crees en ese pensamiento? ¿Quién serías sin el pensamiento?
Creemos que si en lugar de hacerlo solo con pensamientos, como sugiere la autora, lo aplicamos a nuestras quejas, que en realidad también son pensamientos, podemos darnos cuenta de cómo hemos tergiversado la realidad en pos de no responsabilizarnos de nosotros mismos y de la situación.
5. Ahondando en las emociones
El trabajo que nos propone Byron Katie se puede completar con otras preguntas que ahondan en las emociones que nos producen los pensamientos persistentes que tenemos.
Preguntas del tipo ¿qué tipo de emoción tienes cuando entras en la queja?, ¿quejarte te trae paz o estrés en tu vida?, ¿cuáles son las imágenes de tu pasado o futuro y qué sensaciones físicas tienes cuando te quejas?
Todas ellas, si somos honestos con nosotros mismos cuando las respondemos, nos pueden ayudar a ver cómo nos dañamos a nosotros mismos cuando nos quejamos sistemáticamente.
Si cuando las respondamos vemos que no nos estamos dañando, será que la queja nos está haciendo bien y podemos continuar con ella.
6. Tomar la responsabilidad
Como hemos visto, hay personas que prefieren quejarse en lugar de cambiar las cosas. ¿Eres tú una de ellas?
Cuando no nos responsabilizamos de lo que nos ocurre, nos quedamos instalados en el inmovilismo, como si no tuviéramos las riendas de nuestra vida, dando el poder a los demás y al entorno.
Conviene ser valientes y asumir la responsabilidad de aquello que podemos cambiar y rechazar el hecho de que no podemos hacer nada.
Quejarse mucho nos quita energía, nos desgasta y nos cansa porque nos lleva a quedarnos en el mismo círculo vicioso sin esperanza de poder salir de él. Nos lleva a un estado emocional de tristeza que nos desincentiva a pasar a la acción.
La salida a la queja es pagar el precio que cuestan las cosas, es decir, hacer algo para cambiar lo que no nos gusta, ponernos en acción.
Por Mireia Darder
Socia fundadora del Institut Gestalt.Dra. en Psicología clínica. Terapeuta Gestalt.