“El teatro es tan infinitamente fascinante, porque es muy accidental, tanto como la vida”. Arthur Miller
Todas las disciplinas artísticas han encontrado su camino a recorrer dentro del entorno terapéutico. Se desconoce desde cuando la expresión artística ha estado ligada al ser humano: cuando empezó a cantar, a bailar, a pintar… Lo que sí sabemos es que desde los primeros vestigios que tenemos de la aparición del arte, ya no hemos abandonado nunca esta expresión. ¿A qué necesidad responde? Podríamos escribir infinidad de líneas al respecto, pero lo que el arte en todas sus formas nos dice, es que el ser humano necesita expresar algo que siente vivo en su interior (amor, belleza, dolor, trascendencia…) mediante formas distintas de comunicación, que van más allá del producto de nuestro razonamiento y de nuestra expresión oral.
El teatro es una representación de la vida y es una representación viva. Lo que el actor y el público ven durante una representación teatral es real, está ocurriendo en ese momento, aunque la historia y la escenografía sean una ficción. Como dice Arthur Miller en su cita, cualquier cosa puede ocurrir ya que la representación teatral es vida siendo vivida. Esa es la magia del teatro.
Es justo esta magia lo que lo convierte en una fascinante herramienta terapéutica, especialmente en su confluencia con la terapia Gestalt.
Teatro y Gestalt
Tres de los pilares fundamentales del trabajo sobre uno mismo que propone la Gestalt resultan de sumo valor en el trabajo teatral y viceversa, ya que actuar nos permite el acercamiento vivencial -más allá de la teoría y la práctica- a los aspectos que trabajamos:
La presencia: no hay modo que el teatro no sea presente. Inevitablemente nos sitúa en el aquí y el ahora tanto a las personas que actúan como a los espectadores. Lo que sea que ocurra y cómo ocurre, lo hace en este mismo instante. La improvisación teatral, que consiste en trazar unas líneas simples y claras de qué personajes intervienen, qué ocurre en la escena y cuál es el conflicto. No hay espacio para las complejas construcciones de la mente, debemos construir la propuesta al tiempo que la vivimos. No es suficiente con estar, en Gestalt y en teatro tenemos que ser aquí y ahora.
Consciencia: en el escenario es imprescindible ser pero de forma consciente. Para reaccionar de forma espontánea, es necesario darse cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor y en nuestro interior: cómo reacciona nuestro personaje a las acciones de los demás, al contexto, a lo que planea sobre la escena pero no se hace explícito… y poner la mirada consciente en el estado que nos sitúa la propia situación.
Responsabilidad: lo que nos ocurre en el escenario y fuera de él, es nuestra responsabilidad. Lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos, lo hacemos en función de nuestra realidad interna y externa. El presente se manifiesta, en escena ocurre aquello que ocurre, pero qué hacemos con este presente, como lo encajamos, negamos, manipulamos… es nuestra responsabilidad.
La Gestalt y el teatro, también coinciden en observar al ser humano desde un enfoque holístico: cuerpo, mente, emoción y trascendencia. Que una ficción teatral resulte verdad depende de que el actor o la actriz viva la situación y para ello, la implicación de todo su ser es imprescindible, en el aquí y el ahora, dándose cuenta de lo que ocurre y cómo ocurre y responsabilizándose del papel que juega en todo ello. Actuar es como jugar y nos brinda una sensación doble de vida cuando salimos a escena con un personaje.
Por MªLaura Fernández e Isabel Montero.
MªLaura Fernández: Psicóloga. Terapeuta Gestalt y profesora y directora de Teatro.
Isabel Montero: Trabajadora Social. Terapeuta Gestalt. Actriz y profesora de teatro, especializada en teatro y gestalt.