Hace tiempo que vengo haciéndome una reflexión sobre esto de la terapia y el terapeuta: haciendo una paráfrasis libre, pero que muy libre, de Séneca cuando decía: «Homines dum docent discunt», o sea, «los hombres aprenden mientras enseñan», yo digo que «los terapeutas nos hacemos terapia mientras hacemos terapia».
Expongo las claves por las cuales esto es así, y aclaro que lo que digo, lo digo desde una visión pragmática de la acción terapéutica y no desde una visión moral o ideológica.
La terapia es una terapia para el terapeuta:
. Por autoconvencimiento por repetición.
. Por el ejercicio de flexibilidad en los roles de complementario y simétrico.
. Por aprender a soportar “el dolor”.
. Por el “efecto contraste”.
. Por trabajar el “como si” estuviéramos bien.
Y alguna más que ahora se me escapa…
Ahora toca desarrollar cada una de estas claves.
Autoconvencimiento por repetición
Si como decía William James, no somos más que un manojo de hábitos, y uno de los elementos fundamentales para instaurar un hábito es la repetición, el hecho de que un terapeuta trabaje una y otra vez sobre determinadas ideas, por más que en un primer momento haya incluso dudado de ellas, acabarán instaurándose en el paquete de creencias que todo ser humano lleva consigo («el modelo, modela»). Si como es de esperar, estas ideas y creencias son de tipo flexible, amplias, respetuosas y funcionales, podemos esperar que esta «acción repetida» sea a la vez terapéutica para el terapeuta.
Ejercicio de flexibilidad en los roles de complementario y simétrico
Suele darse por sentado que toda relación terapéutica es asimétrica por definición; desde un punto de vista estratégico nos gusta llamarla complementaria, cuando menos, como homenaje a algunos de nuestros antiguos maestros como Gregory Bateson y Paul Watzlawick, que fueron los que estudiaron los grandes principios de la comunicación. A estos grandes principios les llamaron «los cinco axiomas de la comunicación». El quinto de ellos es el axioma de la complementariedad y la simetría.
Por cuanto la flexibilidad terapéutica es uno de los objetivos de toda terapia (o al menos creo que debería serlo), me parece necesario que todo terapeuta sepa moverse con agilidad por este axioma, en aras de buscar la relación más funcional y por lo tanto más terapéutica.
Ahora bien, el terapeuta no es una isla, de tal manera que aquello que aprende y practica en el set terapéutico es algo que le servirá para moverse de una manera más flexible también en su vida personal.
Soportar el dolor
Cuando hablamos de terapia clínica, toda demanda lleva implícita la idea de sufrimiento, de dolor. Todo terapeuta, en cuanto ser humano, ha pasado por el dolor de manera más o menos intensa en su vida: «nada de lo humano me es ajeno», decía Terencio, y por lo tanto es un ámbito que todos hemos transitado.
Existen historias de clientes con una carga de dolor tan extrema que en ocasiones no es nada fácil mantener la distancia necesaria para que la relación terapéutica pueda ser funcional. Ahora bien, según uno de los principios básicos de la psicología, como es la exposición, en la medida que un profesional de la terapia se expone a lo largo del tiempo al dolor, puede aprender a mantener y soportar esa distancia terapéutica. De no ser así, desde nuestro punto de vista, podríamos perdernos junto con el cliente en el bosque, algo que podría resultar ineficaz.
El efecto contraste
Es evidente que el terapeuta vive en un universo sesgado, es decir: las personas que acuden a su consulta son las personas que sienten que tienen problemas, y creen que necesitan a alguien que les pueda ayudar. Como personas que somos no nos podemos abstraer del todo, ni todo el tiempo (si es que lo podemos hacer en algún momento), de los principios con los cuales percibimos la realidad. El principio de contraste es uno de esos principios que rige la percepción humana; y el terapeuta puede sentir este efecto entre él y sus clientes: es humano.
Más allá del aspecto moral de esta cuestión, podríamos decir que este mecanismo actuaría con un efecto positivo sobre la autoestima del terapeuta.
El «como si» del terapeuta
Todos tenemos días buenos y días malos, días en que estamos más tranquilos y días en los que estamos «de los nervios».
Ahora bien, el terapeuta estratégico, para poder estar «presente» en las sesiones de terapia, aun no estando del todo bien, adopta una actitud determinada; «se esfuerza» en el sentido de estar «como si» estuviera en plena forma. Esta misma actitud de estar «como si», es en el fondo, desde mi punto de vista, todo un regalo que se hace el terapeuta a sí mismo, y por añadidura al cliente; pues si somos capaces de actuar «como si» durante los primeros minutos, eso creará una determinada inercia, que acompañada por el cliente, generará una realidad particular, que una vez más ha empezado a construir el terapeuta. La práctica de esta actitud es, para nosotros, fundamental en terapia, y por qué no, en la vida…
Seguiremos informando, perdón reflexionando.
Por Santiago Olmo
Psicólogo. Máster en terapia breve estratégica. Co-director del área de Intervención Estratégica del Institut Gestalt.