El trabajo con Constelaciones Familiares
Cuando trabajamos con constelaciones familiares, no solo abordamos problemas concretos que trae el cliente, como temas de salud, dificultades profesionales o conflictos de pareja. Lo que realmente ocurre es mucho más profundo: reparamos el vínculo con la Vida misma.
Al desplegar una constelación, se revela una dinámica que trasciende el problema inicial. Lo que suele emerger es el impacto del trauma transgeneracional: guerras, violencia, muertes tempranas, adicciones… Eventos que han dejado una huella en el sistema familiar y han congelado los vínculos que deberían ser fuentes de unión. En lugar de conexión natural y espontánea con nuestro linaje, encontramos fragmentación. Estas rupturas, aunque invisibles en el día a día, nos desconectan de lo esencial: la Vida. No podemos sentirnos plenamente vivos si no estamos en orden con quienes nos dieron la vida.
Así, una constelación no es solo una herramienta terapéutica más. Es un viaje profundo que nos invita a mirar nuestra relación con la Vida. Nos hace cuestionarnos: ¿Estamos abiertos a ella? ¿Dónde nos hemos quedado atrapados, incapaces de vivir con claridad, retraídos o escondidos? ¿Cuánto de nuestro niño o niña herido dificulta que nos posicionemos como adultos plenos frente a nuestra propia existencia?
El papel del constelador
El papel del constelador es clave. Cuando quien facilita el proceso ha recorrido un camino personal de autoconocimiento y sanación, aporta luz y respuestas. Sobre todo, genera movimientos internos que nos permiten reparar nuestra disponibilidad ante la Vida. Y es ahí cuando podemos realmente sentir lo vivos que estamos, reconectando con nuestra esencia, listos para vivir desde un lugar más pleno y consciente.
Puedes visualizar este vídeo de Bet Costa, Directora del Área de Constelaciones Familiares para ampliar conocimientos:
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