De Miriam Subirana, extracto de su libro Meditación Contemplativa, Presencia, gozo y silencio, Ed. Kairós 2020.
Meditar se entiende como sentarse en silencio y mirarse a sí mismo, incluso entrar en un estado de contemplación. Sin embargo el cambio fundamental, no solo en la meditación sino en la vida, es pasar de la referencia del yo a la referencia del tú, de vivir centrado en el yo a vivir consciente del Tú. El cambio sustancial y primordial es entender y vivir la vida y la meditación contemplativa como entrega y no como querer egocéntrico. Es colocar al Tú, a la conciencia universal, en el centro de toda búsqueda. Es darte cuenta de que eres relacional, y poner el ser relacional, el yo-tú, en el centro. Es vivenciar lo esencial y sintonizar con la entrega al Tú. Tú como el otro, como la naturaleza, el ecosistema, los seres vivos, la totalidad, incluso para algunos el Tú es trascendente, y le llaman Dios. Es ofrendar el tiempo a los otros, a la Presencia que nos une, al Amor en mayúsculas, como una entrega, como servicio, como amor, admiración, asombro, apertura y aceptación. Se trata de salir del egocentrismo y entrar en el eco-centrismo que nos lleva a ser conscientes de que nos influimos unos a otros, y que cuando servimos y contribuimos, somos más felices.
El silencio
Es entregar tu tiempo al silencio sin deseo de inmediatez de ningún tipo, sin expectativas, sin querer lograr, rendir, conseguir, ni alcanzar. En esa ofrenda, te ofreces y eres abrazado por la abundancia de la energía vital, amorosa y pacífica. En ese ofrecimiento, uno se dirige al Tú –al Todo- a lo que Nissargadatta llama ESO- y se hace consciente de que el yo brota del Tú. Al silenciar la mente, poco a poco y en el puro silencio, se ve con claridad. Una claridad en la que uno ve y percibe que el yo separado no existe y se da cuenta de que el ser puede vivenciar la comunión. El yo y el Tú están en comunión.
En relación con el tú, el maestro Thich Nhat Hanh, que nos ha dejado recientemente, introduce el término del Interbeing, el interser. Fue el primero en introducir el mindfulness en Occidente, y su perspectiva es relacional. Interser: soy porque tú eres. Soy gracias a ti. Quién soy y cómo soy te influye e incide en el mundo. Soy un ser relacional. Gracias a ser consciente de que soy relacional, tengo en cuenta al otro y esto me facilita cambiar mis tendencias autocentradas. Por ejemplo, al ver, sentir y reconocer al otro como un legítimo tú y no como un objeto útil, se desmonta mi ambición de poder.
Al tener en cuenta al otro, la ambición de poder puede transformarse en el poder de servir. Todas las tradiciones religiosas y espirituales nos indican la importancia de servir, de la caridad, de dedicarnos al prójimo. Podemos cambiar la actitud de codicia en una actitud de dar, regalar y compartir, siendo generosos. Vivir desde la conciencia de abundancia nos ayuda a vivir la generosidad como forma de vida. La naturaleza es generosa. Al conectar con el yo-tú y vivir la conciencia del Todo, brota en nosotros la fuente de vida, que es generosa y somos generosos.
Transformar tendencias auto-centradas
El ansia de renombre puede transformarse en asombro, admiración y reconocimiento de la singularidad del otro. En el momento en que te respetas a ti mismo, eres capaz de reconocer al otro sin necesitar sentirte superior ni que te admire.
La rabia puede transformarse en perdón, en empatía y en compasión.
Podemos incorporar a nuestra vida prácticas relacionales que nos permitan transformar las creaciones del yo separado en vivencias y emociones que nos abran al otro. La rabia rechaza y te separa del otro. La codicia te lleva a no tener en cuenta las necesidades del otro, y lo ignoras. En cambio, la compasión, la alegría, la confianza y la generosidad te abren al otro. Así entramos en el espacio del mindfulness y compasión, la Compasión en mayúsculas como la vivencia del Amor más grande que comprende, abarca, perdona, transciende.
Para salir de la referencia del yo y pasar a la referencia del tú, del ser relacional, es importante transformar el miedo en confianza. El miedo te aísla, te separa y te debilita al provocar en ti una inseguridad que puede llegar a paralizarte, a no tomar decisiones, a no actuar y a no avanzar. El miedo surge de la referencia del yo egocéntrico. El ego teme morir, teme perder su identidad y dejar de existir. Cuando el miedo se apodera de ti, te encoges y tu potencial queda disminuido.
Confiar
Confía que en tu interior eres un núcleo sano y cuando vives desde ahí floreces con todo tu potencial. Es aplicar la inteligencia apreciativa en la cual uno ve el roble en la bellota. Confía en ti, en el universo, en el otro, en el camino y en el proceso que estás viviendo. También es importante confiar en las fuentes vitales propias y no estar tan pendiente de la opinión de los demás acerca de ti. Desarrollas confianza cuando te conoces más y mejor.
Miriam Subirana i Vilanova, directora del Máster en Mindfulness relacional y Meditación contemplativa