En ocasiones algunas personas se debaten en un conflicto entre atender sus propias necesidades y las necesidades de los demás. Esto puede expresarse de la siguiente manera “no puedo decirle que no porque sería egoísta”. ¿Te suena?
El egoísmo: una respuesta natural de supervivencia
¿Y si te dijera que nos volvemos egoístas, como una respuesta natural de supervivencia de nuestro organismo, ante situaciones crónicas de estrés?
Cuando vivimos en estado de supervivencia, sólo nos ocupamos de lo básico: cuidamos de nuestro cuerpo, nos aseguramos de encontrar un lugar seguro y nos preocupamos por el tiempo que pueda durar el peligro. Natural, nuestro cerebro se siente amenazado y se concentra en mantenernos a salvo.
Nos obsesionamos con nuestro aspecto, nos fijamos demasiado en los problemas, nos preocupamos por el poco tiempo que tenemos para hacer todo lo que tenemos que hacer y corremos de aquí para allá para cumplir con la lista de tareas. Ante semejante panorama nos queda poca energía para ocuparnos de la relación con los demás, desarrollar nuestras potencialidades, crecer, vivir.
A lo mejor te parece exagerado ¡que no estamos en la selva, vivimos en una sociedad civilizada! Cierto que no estamos en la selva, y prefiero no entrar en lo civilizada que es nuestra sociedad. Sin embargo si me gustaría incidir en la relación entre la manera de vivir de nuestra civilizada sociedad del siglo XXI y cómo funciona nuestro cerebro.
¿Cómo funciona el estrés?
Ya sabemos que cuando percibes una amenaza exterior, lo quieras o no, tu cuerpo responde físicamente para defenderse. Si te persigue una manada de lobos ¡y consigues escapar! al poco tiempo tu cuerpo volverá al equilibrio, está biológicamente diseñado para que sea así.
Pero ¿qué sucede con los lobos civilizados?, ¿qué ocurre en la jungla de cristal? Imagínate un sinfín de “pequeñas” situaciones enervantes: la caravana al volver a casa, la pelea con tu pareja, el gasto imprevisto en el peor momento, tener que lidiar con ese jefe desconsiderado, se te queda colgado el ordenador, la tensión ante una exposición en clase, la lucha por el aparcamiento …….. ¿Sigo?
Con todas estas situaciones que se van encadenando, no nos dan tiempo para volver al equilibrio y nos mantienen en un estado continuo de estrés, con el estado emocional que comporta: irritabilidad, frustración, dudas, ansiedad, competitividad, culpabilidad, ira, miedo, inseguridad… Y recuerda, en ese estado es como si todo tu organismo se volviera egoísta para mantenerte a salvo.
Si tenemos todo esto en cuenta, quizás podremos dejar de culpabilizarnos y ocuparnos en desarrollar nuevas y mejores estrategias ante el estrés. Esto poco a poco hará que nos sintamos mejor con nosotros mismos y con energía extra para atender otras necesidades más “elevadas” y también atender a otros, desarrollando una actitud más altruista y comprometida con la vida. Y quién sabe, quizás hasta podríamos transformar nuestra querida sociedad civilizada del siglo XXI.
Por Mercedes Bolívar
Psicóloga, terapeuta Gestalt. Especializada en EFT, shock y trauma.
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