Si oyes a menudo hablar de Inteligencia Emocional, quizás te estás preguntando en qué consiste. La verdad es que en todas nuestras interacciones del día a día usamos y movilizamos nuestra Inteligencia Emocional, incluso sin darnos cuenta de ello. Lo hacemos cuando comunicamos a cualquier nivel, cuando formamos parte de un equipo, cuando disfrutamos de nuestro ocio, cuando estamos con amigos, cuando decidimos qué es lo que más nos conviene…
La buena noticia es que la Inteligencia Emocional, o a veces también llamada cociente emocional (EQ) es un conjunto de competencias “aprendibles”, practicables y accionables. Es decir, que se pueden aprender, practicar y mejorar en cualquier momento de nuestras vidas, a diferencia por ejemplo del otro cociente, el intelectual o IQ, sobre el que podemos impactar mucho menos.
La Inteligencia Emocional, a partir de ahora IE, no es una moda o una tendencia del momento. Siempre ha estado con nosotros. Si ahora ha irrumpido con fuerza, es porque, posiblemente a lo largo del siglo XX, con un mayor predominio de la racionalidad, el análisis y decisiones basadas en el retorno inmediato, la habíamos dejado algo de lado. Este siglo XXI nos está devolviendo conciencia social y el focalizarnos en las conexiones, las emociones y la escucha de las preferencias individuales, y esto hace que aumente el interés por la IE y sus implicaciones.
Aunque el gran interés surge tras entender y, finalmente, aceptar que la IE es una gran predictora del éxito. El éxito entendido como el sentir satisfacción y plenitud con lo que hacemos, el ser más eficaces y tener más y mejores resultados, el construir relaciones más sólidas y genuinas o el mantener una vida más sana y equilibrada. La IE nos ayuda a conseguir todo esto y desarrollarla y practicarla es algo que siempre podemos hacer.
Entonces, ¿qué es la Inteligencia Emocional?
La Inteligencia Emocional, es un término que posiblemente hayas oído frecuentemente y tal vez no sepas muy bien de qué se trata. El término en si se mencionó por primera vez en 1990, cuando Peter Salovey y John Mayer lo usaron en un artículo científico, sin obtener demasiado eco. A lo largo de los últimos años del siglo XX, y particularmente tras el libro best-seller del psicólogo y periodista americano Daniel Goleman “Inteligencia Emocional”, el término empezó a ser ampliamente conocido.
De manera muy genérica, podríamos resumir la IE como la habilidad de gestionar las propias emociones, empatizando con las de los demás, sabiendo equilibrarse en cualquier situación, para conseguir los resultados que deseamos. Para poder llevar adelante tal empresa, hay un montón de competencias involucradas que habrá que conocer, practicar y poner en movimiento cuando la situación lo requiera.
Existen diversos modelos de IE, que por lo general también nos permiten medir el nivel de IE, o cociente emocional (EQ), mediante test psicométricos. Si tuviéramos que generalizar e integrar parte de los postulados de estos modelos, podríamos decir que la Inteligencia Emocional se basa en diversas habilidades:
Existe un primer grupo de competencias relacionadas con el autoconocimiento y la autoconciencia.
Aquí aparecen competencias relacionadas con saber identificar, nombrar y comprender las emociones. Básicamente, se trata de ser seres emocionalmente alfabetizados y con consciencia de cómo vivimos, a qué nos predisponen nuestras emociones y los patrones emocionales que vivimos. El autoconocimiento es la base donde se apoyan las otras competencias de la IE y es el primer paso para explorar, comprendernos mejor y liderar cambios. El autoconocimiento respondería a la pregunta genérica: ¿qué estoy sintiendo ahora?
Un segundo grupo de competencias de la IE se relacionan con la autogestión.
Una vez he sido capaz de nombrar, explorar y comprender lo que siento y a qué me predispone, estaría bien preguntarse… ¿Y ahora, qué voy a hacer con todo ello?, ¿Cómo lo voy a poner en movimiento?, ¿Qué alternativas tengo?
Esta segunda parte de la IE nos ayuda a gestionar nuestra vida de una manera emocionalmente más inteligente, impactando sobre nuestro bienestar y el de las relaciones interpersonales. Aquí se ponen en movimiento competencias como la gestión y modulación emocional (la respuesta a los estímulos internos o externos, en vez de reaccionar a ellos), afrontar la vida con una visión optimista, saber conectarnos con los valores intrínsecos que nos propulsan hacia la propia motivación y ser capaces de parar, pausar y pensar racionalmente en los pros y contras de cada opción que tenemos a disposición.
Este segundo grupo de competencias tiene que ver con saber autogenerar alternativas y opciones. Gestionarnos de una manera emocionalmente más inteligente, nos ayuda a acercarnos a nuestros objetivos e impactar positivamente sobre el entorno de la manera más sostenible. Es un área de la IE que nos ayuda a conseguir y mantener relaciones interpersonales más significativas, a superar retos, a tener mayor bienestar y a conectar con nuestro entorno y conseguir espacios más amables y efectivos.
Y, finalmente, existe una tercera área de la IE relacionada con nuestra direccionabilidad
Es decir, el cuestionarnos y entender cuál es el motivo de nuestras acciones. Si en el primer y segundo grupo de competencias de la IE habíamos explorado el qué y el cómo de nuestra IE, aquí nos centraremos en entender el para qué ponemos en acción nuestra IE. En este último apartado aparecen competencias tan trascendentales como son la empatía y la definición de un propósito vital que nos empuje a tomar las decisiones e implementar las acciones que estén más alineadas con nuestra meta mayor. Se trata de poner en movimiento, no solo nuestra IE intrapersonal e interpersonal, sino también de movilizar la IE social.
Aquí podríamos preguntarnos: ¿qué efecto quisiera crear?, ¿sé a dónde quiero llegar?, ¿qué es realmente importante para mí? Este grupo de competencias nos ayudan a ser más inteligentes con nuestras emociones y alternativas a disposición, considerando al mismo tiempo cómo deseamos impactar sobre el entorno, los demás y la sociedad.
Si estás trabajando sobre tu asertividad y habilidades de comunicación, decirte que la empatía merece una mención especial.
Desde esta valiosa competencia de la IE, conectamos y prestamos atención al qué, el cómo y el porqué los otros sienten y piensan, sin juzgarlos. La empatía es la puerta a poder ejercer una sana asertividad y desplegar unas buenas habilidades comunicativas ejerciendo una comunicación que respete y cuide de nuestros intereses y al mismo tiempo de los intereses de las demás personas. La empatía no tiene nada que ver con ser agradable o ser simpático, sino que es la competencia que ayuda a ver y experimentar el mundo desde la perspectiva y entendimiento que tiene el otro. Saber empatizar requiere saber equilibrarla, sin llegar a sobre-empatizar ni tampoco siendo distantes, y desde allí comunicar de manera asertiva y eficiente.
Resumiendo, siempre podemos desarrollar y poner en práctica la IE. Nos será útil en cualquier situación: nos ayudará a gestionarnos mejor, a resolver las situaciones de una manera más eficaz, a impactar positivamente sobre nuestro entorno y sobre los demás. En resumen, a tener más éxito en nuestras vidas.
¿Todo listo para empezar a poner en práctica y desarrollar tu IE?
Marga del Olmo. Coach Profesional PCC por ICF, Coach ontológico y Practitioner en IE por Six Seconds. Licenciada en Veterinaria y Máster en Biotecnología Alimentaria. Formada en Coaching de Equipos, CNV y PNL.
Ha sido Country Manager de Six Seconds para España y algunos fragmentos de este artículo hacen referencia al modelo de IE de Six Seconds.