En el contexto actual, caracterizado por la incertidumbre y los cambios constantes, surgen interrogantes relevantes en torno a la identidad masculina y las relaciones entre hombres. ¿Cómo soy hombre Ahora, en estos tiempos convulsos? ¿Cómo soy hombre Aquí, en esta parte del planeta? Son las dos preguntas que nos hacemos sin tener una respuesta firme, ni segura. Todavía hay otra: ¿Cómo me relaciono, desde esta incertidumbre masculina, con otros hombres?
Para abordar estas cuestiones y avanzar hacia respuestas más satisfactorias, hemos identificado un camino que consideramos esencial: la creación de un espacio de diálogo y exploración en conjunto entre hombres. Este espacio, en nuestra concepción humanista y gestáltica, es lo que denominamos un “Círculo de Hombres.” Se trata de un espacio tanto físico como emocional diseñado para facilitar el contacto genuino entre individuos de diversas masculinidades. Aquí, los participantes pueden experimentar un encuentro auténtico y transparente, sin temor a ser juzgados o limitados por ideologías, normas sociales, o preconcepciones sobre lo que significa ser un hombre. En este espacio, tanto tú como yo, como hombres, podemos liberarnos de las convenciones, descansar de las costumbres de ser y a la vez, honrar nuestra singularidad. Eso ya es nueva masculinidad.
Este enfoque representa una perspectiva de “nueva masculinidad.” Como facilitadores con experiencia en la terapia Gestalt, trabajadores sociales y coaches, hemos tenido la oportunidad de acompañar a numerosos hombres, especialmente desde la pandemia. Muchos de ellos se encontraban en una crisis de identidad, de masculinidad. Una concepción de la masculinidad obsoleta que necesita ablandar las murallas del ego y ampliar nuestra mirada para, por ejemplo, aprender a pedir ayuda, admitir nuestras limitaciones y expresar nuestras dudas y vulnerabilidades de manera auténtica. Al hacerlo, descubrimos una nueva fuente de fortaleza.
Es importante destacar que, en nuestras experiencias, hemos observado la cantidad de recursos escondidos que se destapan en sesiones individuales, pero sobre todo en los encuentros grupales. Estos invitan a desarrollar recursos relacionales, tales como la ternura, la palabra amable o la actitud colaborativa, que cobran una dimensión enorme y contagiosa cuando las practicamos en comunidad. Además, su impacto se extiende más allá de cada individuo, influyendo positivamente en sus respectivos entornos.
También cabe destacar que, a través de estos espacios de encuentro, la búsqueda no se centra en la obtención de respuestas concretas, sino en la exploración de las esencias que conforman la identidad masculina en un mundo en constante cambio. Las respuestas que queremos no son un producto; somos buscadores de esencias.
El impacto del patriarcado en la masculinidad
Es un hecho reconocido que el patriarcado ha ejercido una influencia significativa en la construcción de la masculinidad contemporánea. Bajo esta influencia, los hombres han sido moldeados en una serie de roles y actitudes que a menudo se han asociado con la fortaleza, la competitividad y la búsqueda constante de un estatus de “hombre fuerte.” Este enfoque ha llevado a la supresión de emociones, la desconfianza en las relaciones basadas en la ternura y el cuidado, y la promoción de una imagen de masculinidad que se asemeja más a la del héroe, el guerrero, el cazador y el proveedor.
Además, el patriarcado ha encontrado en las instituciones educativas un vehículo para perpetuar el estereotipo del hombre dominante. En este contexto, se ha privilegiado el desarrollo de la mente racional en detrimento de la mente emocional e instintiva. Incluso en sociedades democráticas, el patriarcado ha demostrado una notable adaptabilidad para mantener su presencia en la política, la economía, la ciencia y la cultura, a menudo enmascarando su influencia detrás de discursos políticamente correctos.
Los valores que se han impuesto como requisitos de una masculinidad tradicional se caracterizan por ser exitosos, controladores, eficientes, lógicos, resolutivos, emprendedores, activos, fuertes, inmutables, auto-suficientes y protectores. Estos valores han contribuido a consolidar una imagen de masculinidad rígida e intransigente, que a menudo resulta en una presión constante para los hombres.
Modificar estos patrones de conducta y creencias arraigadas no es una tarea sencilla. Los hombres hemos sido educados en un entorno saturado de estas expectativas, y nos hemos convertido en herederos de una concepción inflexible de lo que significa ser hombre. Esta rigidez se manifiesta en diversas facetas de la vida, como la ciudadanía, la paternidad, las relaciones de pareja, la amistad, la participación en la sociedad y el trabajo en equipo. Esta inflexibilidad se percibe en la dificultad para confiar en la vida tal como se presenta, en la resistencia a aceptar la pérdida de identidad cuando se enfrentan a situaciones como la pérdida del empleo o el rechazo en relaciones sentimentales. Asimismo, se manifiesta en la incapacidad para responder a las necesidades de amigos que buscan apoyo emocional o para expresar emociones sin restricciones. La rigidez que caracteriza a la masculinidad tradicional ha limitado la espontaneidad emocional, y lamentablemente, no se nos ha proporcionado una guía efectiva para aprender a desarrollar esta faceta de nuestra identidad masculina.
La herida de ser hombre aquí y ahora.
Esta compleja situación es, en esencia, una herida profunda en la experiencia de ser hombre en la actualidad. En palabras del Dr. Claudio Naranjo, “Al poder patriarcal no se le puede vencer, sólo sanar. Hay que recuperar esas partes del cerebro ahogadas por el tirano que vive en el hemisferio izquierdo”. Cabe señalar que el hemisferio izquierdo del cerebro se caracteriza por su función racional e intelectual, siendo el encargado de procesar la información verbal y numérica de manera deductiva y lógica. Según esta lógica, el impacto del patriarcado golpea en la individualidad, lo que motiva la necesidad de emprender una búsqueda colectiva para explorar y redefinir las nociones tradicionales de masculinidad.
Desubicación y la búsqueda de nuevos modelos de masculinidad
Un término que resuena de manera significativa en nuestra experiencia compartida es la “desubicación.” En un mundo que brinda una abundante cantidad de información y opiniones en torno a diversos modelos de masculinidad, desde los buenos y tóxicos hasta los heteronormativos e inclusivos, se ha generado una multiplicidad de etiquetas destinadas a clasificar a los hombres en distintas categorías de identidad masculina. La polarización entre las concepciones tradicionales y las más contemporáneas de masculinidad ha intensificado el discurso y dificultado el diálogo a tal grado que podría bien hacer revivir a Fritz Perls, quien nos instaría a participar en diálogos intensos.
Los actuales movimientos sociales que exploran las nociones de lo masculino y femenino, así como las identidades de género, han planteado preguntas cruciales acerca del significado de la masculinidad, dejando a muchos hombres desubicados. Nos sentimos desubicados en cómo dirigirnos a una audiencia mixta, cuando compartimos las tareas domésticas, desubicados en los modelos de crianza, en las funciones de cuidar y de auto-cuidarse o en el contacto hombre-hombre.
Es un reto difícil y estimulante a la vez. Nos motiva, inspira, nos empuja al aprendizaje.
La importancia de un Círculo de hombre con enfoque Gestáltico
La creación de un Círculo de Hombres Gestáltico tiene un propósito claro. Buscamos establecer conexiones significativas, honrar las relaciones humanas, acercarnos mutuamente y aprender juntos. Este círculo es un espacio que nos permite desbloquear movimientos estancados en el cuerpo, liberar pensamientos reprimidos en la mente y explorar emociones que han permanecido ocultas en el alma.
Aquí, la imperfección es bienvenida, y se nos alienta a aceptarnos tal y como somos. Sentimos la carencia de modelos masculinos, de referentes y guías que se adapten a nuestras necesidades contemporáneas. Aunque en la ficción, en obras literarias, series y películas, abundan tales modelos, en la vida real, aún debemos forjarlos.
Nuestra intención no es desterrar al viejo hombre interior, sino otorgarle un descanso necesario. No buscamos suprimirlo, lo cual solo alimentaría nuestra tendencia a la autocrítica y el dominio, sino más bien otorgarle un respiro y transformar la palmadita en la espalda en un abrazo cálido. La sonrisa forzada puede transformarse en una expresión auténtica de emociones, ya sea en forma de sonrisa o llanto, o cualquier otro matiz que emerja de nuestro ser.
El círculo, metáfora del encuentro y símbolo del movimiento, se convierte en el punto de reunión ancestral. Además, el enfoque gestáltico nos proporciona un lenguaje y una actitud que valoran la presencia de cada individuo y la capacidad de expandir nuestra conciencia personal a través del grupo, asumiendo responsabilidad por nuestras elecciones y acciones como adultos conscientes y libres. Nuestra propuesta en este Círculo de Hombres se articula en torno a tres aspectos fundamentales: el cuerpo, la mente y las emociones.
Siguiendo la sabia recomendación de Sócrates sobre el autoconocimiento y el autocuidado, “conócete a ti mismo, cuida de ti”, adaptamos esta premisa a nuestro Círculo de Hombres: “conozcámonos a nosotros mismos, cuidemos de nosotros.”
Hombres en realción
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