Filosofía para el autoexamen y el cuidado de sí

8 julio 2025

A menudo hablamos de “recibir terapia”, como si ese acto supusiera ponernos pasivamente en manos de un experto en la materia, al que llamamos terapeuta, para que se produzcan ciertos cambios, necesarios para una vida más satisfactoria y más plena.

Es cierto que la ayuda externa de un profesional resulta muchas veces imprescindible para poder llevar a cabo esas transformaciones  que anhelamos,  pero no podemos olvidar que de nada sirve acudir a un terapeuta si no estamos dispuestos por nuestra parte al esfuerzo de un autoexamen honesto, que nos ilumine sobre nuestra personal manera de estar en el mundo y de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. Solo desde esta claridad y consciencia será posible el cambio al que aspiramos.

Hacerse terapia: un acto de cuidado de sí

Examinar la propia vida es pues hacernos terapia y, por tanto, tener cuidado de sí. Ya Sócrates, en la antigua Atenas, exhortaba al auto examen a sus conciudadanos, cuando se lamentaba de que fueran tan meticulosos a la hora de examinar los productos en el mercado y en cambio no tuvieran el mismo celo cuando se trataba del examen de sí mismos. Sabemos también que hizo suyo el lema que se hallaba grabado en la sala de la Sibila del oráculo en Delfos: “En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”. Al final de su vida, al enfrentarse en su defensa al jurado que acabaría condenándolo a morir, expresó con rotundidad que una vida sin examen no vale la pena de ser vivida.

Si concedemos valor a nuestra existencia resulta imprescindible que seamos capaces de hacernos terapia, es decir de revisar nuestros pensamientos, sentimientos, conductas y actitudes. Se trata ni más ni menos que de cultivar una permanente disposición para el examen existencial. La palabra terapia, del griego therapeia: atención, cuidado, alivio, indica precisamente la idea de cuidar de aquello que consideramos valioso. Hacer auto examen, ocuparnos de nuestra manera de estar en el mundo, es tener cura sui,  cuidado de uno mismo, ese concepto que muchos filósofos, desde los antiguos griegos y romanos hasta contemporáneos como Martin Heidegger o Michel Foucault, han postulado como esencial para vivir una vida con sentido.

Fuentes de inspiración para el cuidado de uno mismo

Esta tarea de cuestionamiento y revisión existencial, aun siendo una labor íntima y personal, necesita también  de la ayuda de ciertas fuentes que nos sirvan de inspiración y guía en el camino.

Tradiciones espirituales como guías de reflexión

Estas fuentes las podemos encontrar en las diversas tradiciones religiosas y espirituales que desde siempre han tratado de ofrecer sentido y dirección a la existencia humana. Líderes espirituales y religiosos de todos los tiempos se han ocupado también de los malestares y sufrimientos propios de la condición humana. Moisés, Zoroastro, Buda, Mahavira, Jesucristo y tantos otros han tratado, cada uno desde su particular perspectiva, de ofrecer motivos de reflexión y de revisión existencial. A ellos podemos acudir, aunque resulte inevitable sentir que sus propuestas están fuertemente teñidas y condicionadas por su perspectiva religiosa particular.

Literatura universal como espejo del alma

También las grandes obras de la literatura universal producidas por novelistas, poetas y dramaturgos de todos los tiempos brindan imágenes poderosas de la condición humana. Desde Homero hasta el más actual de los autores todos nos impactan con la verdad de los personajes ficticios que describen, porque se trata de nuestra propia verdad y nos vemos reflejados en ellos. Las grandes obras literarias exponen, de modo a veces directo y crudo, los entresijos del alma humana y de las tribulaciones a que se ve sometida, seguramente de forma mucho más viva que cualquier tratado de psicología. Son una fuente valiosísima para el conocimiento de uno mismo.

Filosofía como herramienta de transformación

Junto a todo esto, y creo que de forma destacada, tenemos como recurso el de acudir a la tradición filosófica occidental que, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha ido proponiendo multitud de preguntas y reflexiones acerca de esos asuntos existenciales que nos preocupan como seres humanos. El valor de esas aportaciones filosóficas está precisamente en que no pretenden dar soluciones, consejos o respuestas cerradas, sino que nos ayudan a preguntarnos, abren interrogantes que cada uno deberá tratar de responder. Son una invitación a buscar la propia verdad y el propio camino de transformación.

Psicoterapia existencial y filosofía: una alianza para el cuidado de sí

Dentro del complejo mundo de la psicología y la psicoterapia contemporáneas surgió a finales del siglo XX un enfoque terapéutico, el de la llamada psicoterapia existencial. Se trata de un enfoque centrado en ayudar a las personas a explorar cuestiones fundamentales de la existencia, como la libertad, la responsabilidad, la muerte, el sentido de la vida y la soledad. Busca con ello promover una vida más auténtica y consciente, enfrentando las angustias propias de la condición humana. Esta corriente, encuadrada dentro de la psicología humanista, ha tomado como fuente de inspiración para su quehacer terapéutico precisamente esta tradición filosófica occidental de la que estamos hablando. Psicoterapeutas como Erich Fromm, Viktor Frankl, Rollo May e Irvin Yalom, han visto cómo la filosofía proporciona una fuente muy valiosa de ideas, referencias, comprensiones e  interrogantes que nos invitan a examinar y cuestionar nuestras aparentes certezas y revisar la vida que estamos llevando.

Pensadores clave que invitan al autoexamen

La tradición filosófica occidental de la que hablamos arranca en la Grecia del siglo VI a.C. La lista posible de autores y de reflexiones es ingente y exponerla al completo excede con mucho las pretensiones de este breve escrito. A modo de ejemplo me gustaría citar una pequeña selección de algunos de ellos y de las sugerencias que nos proponen.

Heráclito: vivir en el cambio

Heráclito de Éfeso, en el siglo VI a.C. nos habla del continuo cambio de todas las cosas: “No se puede descender dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces en idéntico estado una misma sustancia. Nos bañamos y no nos bañamos en el mismo río; somos y no somos”. Cabe interpretar sus palabras como una llamada a aceptar la impermanencia, a asumir que estamos inmersos en el río del cambio. Que somos un proceso continuo de transformación y que debemos tratar  de soltar en la medida en que podamos la obsesión por el control y el apego patológico a las cosas y a las personas. Una invitación en definitiva a danzar con la vida, una vida siempre cambiante e inestable, a permanecer despiertos y presentes, dando el valor merecido a cada momento de ese fluir.

Sócrates: conocerse para vivir con sentido

El ya mencionado Sócrates, haciendo suyo el lema, “conócete a ti mismo” del oráculo de Delfos, nos muestra el camino a seguir para una vida con sentido. Propone un modelo de vida en permanente indagación y cuestionamiento de las verdades que damos como ciertas. Su método es el del diálogo, que parte de un reconocimiento previo de la ignorancia propia y de un propósito de ayudar a descubrir la verdad profunda que llevamos en nuestro interior, más allá de creencias y opiniones heredadas o aceptadas de forma acrítica. Sigue tu propio “daimon” o espíritu rector, escucha esa voz interior que te marca un camino inequívoco en la vida, solía Sócrates decir a quienes entablaban conversación con él en sus paseos por Atenas.

Platón: tensiones internas y búsqueda de verdad

Su discípulo Platón, quizás el más grande de todos los filósofos, nos propone  su visión del alma humana dividida en tres partes o funciones distintas: la parte racional, que trata de dirigir nuestros actos, la  parte emocional, que proporciona la energía necesaria para actuar y una parte instintiva que nos empuja a atender las necesidades primarias de la existencia. A menudo, nos dice Platón, estas partes se hallan en conflicto entre sí, como ocurre cuando lo que deseamos choca con lo que nuestra alma racional sabe que debe hacer. Muestra de este modo cómo las tensiones de la vida psíquica son consustanciales a la naturaleza humana.

En su conocida alegoría de la caverna señala también Platón cómo la búsqueda de la verdad es una tarea ardua, ya que los humanos somos como esclavos atados desde el nacimiento al fondo de una oscura caverna. Acostumbrados como estamos a percibir solamente las sombras y reflejos de las cosas, las acabamos tomando como verdaderas. Únicamente con un esfuerzo de la voluntad seremos capaces de vencer la pereza existencial y caminar en busca de una vida más consciente y más plena. Ese camino de ascenso desde la oscuridad hacia la luz es un viaje cargado de obstáculos y tentaciones. Debemos superar el deseo de volver al lugar del que hemos partido cuando iniciamos un proceso de autoconocimiento, un lugar tal vez oscuro pero ya conocido, para poder acercarnos a una vida con más luz y más consciencia.

Epicuro, Séneca y los estoicos: paz interior y vida plena

Filósofos posteriores, griegos y romanos, como Epicuro, Marco Aurelio, Séneca y Epicteto nos invitan a reflexionar sobre cómo podemos alcanzar ese estado deseado de paz y tranquilidad interna, evitando el sufrimiento y el dolor innecesarios, pese a que las circunstancias exteriores puedan sernos adversas.

David Hume: identidad como construcción

El filósofo escocés del siglo XVIII, David Hume, cuestiona el concepto de identidad personal, mostrándolo como una construcción mental que hemos creado al suponer que todas nuestras percepciones y experiencias internas se hallan unidas en una única realidad a la que llamamos yo, acercándose de este modo a las tesis fundamentales del budismo.

Nietzsche: afirmación de la vida

Friedrich Nietzsche (siglo XIX), pone en tela de juicio todos nuestros valores, heredados de la tradición judeocristiana, y nos exhorta a hacernos dueños y responsables de nuestra propia existencia y a decir un sí rotundo a la vida, frente a quienes la desvalorizan y menosprecian en nombre de supuestas realidades trascendentes. Reivindica asimismo el valor de los aspectos dionisíacos e instintivos de la vida, frente a la desmesurada preminencia de los apolíneos y racionales, que han sido dominantes en la cultura occidental.

Existencialistas: libertad y responsabilidad

Los filósofos existencialistas del siglo XX, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, nos recuerdan que no somos seres determinados a vivir una existencia pre configurada, sino que venimos al mundo obligados a ejercer la libertad que nos constituye, y que esta libertad comporta necesariamente también el asumir la responsabilidad plena de nuestros actos.

María Zambrano: razón poética y vida auténtica

La obra de la filósofa española María Zambrano, por su parte, llama a conciliar en la vida nuestro lado racional y lógico con el poético o emocional, en el cultivo de una actitud de lo que ella denomina razón poética, que es una forma de conocimiento que integra la razón con la sensibilidad, la emoción y la intuición. No se opone a la razón lógica o científica, pero sí la complementa. Según Zambrano, dado que la razón occidental tradicional ha sido excesivamente abstracta y separada de la vida, propone una razón que no niegue el misterio, lo íntimo y lo simbólico.

Para esta pensadora no hay oposición sino complementariedad entre ambas formas de relacionarnos con el mundo. La poesía es para ella la manera de captar la realidad íntima de las cosas, es una forma privilegiada de conocimiento y, por ende, también de autoconocimiento. Nos invita pues a vivir poéticamente, en contacto con la parte intuitiva y emocional de nuestro propio ser.

El legado filosófico como fuente inagotable de cuidado de sí

Podríamos seguir citando a Aristóteles, Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, Edmund Husserl, Martin Heidegger, Simone Weill, Hanna Arendt, Michel Foucault, Pierre Hadot…y tantos otros pensadores y pensadoras, cada uno de los cuales nos propone alguna particular reflexión sobre la condición humana y nos invita con ello al autoexamen, condición indispensable para el cuidado de sí.

Así pues, por todo ello estoy convencido de que acudir a la tradición filosófica nos aporta una fuente casi inagotable de comprensiones, ideas, inspiraciones y preguntas, necesarias para el cuidado de sí y útiles tanto a quien de forma personal desee conocerse mejor y revisar su modo de vivir, como a quien, desde el lugar de acompañante o terapeuta, se proponga ayudar a otras personas en esta tarea.

Sergi Forgas

 

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