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La adolescencia como un espacio vital, ético y comunitario

7 noviembre 2025

La serie Pubertad —creada, dirigida e interpretada por Leticia Dolera— emerge como una apuesta audiovisual singular en el panorama reciente de la ficción española: seis capítulos, lengua catalana, rodaje en el contexto de la tradición de las «colles castelleres» catalanas, y una temática de gran complejidad social.

Pubertad se sitúa en pleno verano, en torno a la noche de San Juan, dentro de la cultura castellera catalana: la tradición de levantar torres humanas (castells) se convierte en telón de fondo simbólico y real para la acción.

Esta configuración permite articular varios ejes de análisis:

  • El paso de la infancia a la adolescencia (literalmente la ‘pubertad’) como un tránsito biológico, emocional y simbólico: cambio corporal, vulnerabilidad, descubrimiento sexual.
  • La sexualidad adolescente en tensión con la cultura digital (redes, móvil, exposición), lo que multiplica los ámbitos de vulnerabilidad y de conflicto.
  • La herencia generacional de traumas, tabúes y silencios familiares: no sólo lo explícito (la agresión) sino lo implícito (qué se transmite de los adultos a los jóvenes).

 

La comunidad tradicional (la colla) como estructura de apoyo, pero al mismo tiempo como espacio de presión, normas no escritas, jerarquías: ¿cómo afectan la tradición y la modernidad al mundo adolescente?

 

Desde un enfoque humanista, la serie se presenta como un espacio de reflexión sobre la responsabilidad compartida: no sólo del agresor o de la víctima, sino de la familia, de la escuela, del entorno social, de los adultos que están acompañando (o a veces no acompañan) ese tránsito hacia la madurez. Estas preguntas —¿puede un niño ser agresor sexual?, ¿de quién es la responsabilidad?— abren la narrativa a dimensiones éticas profundas.

Algunas de ellas son:

  • Pubertad, corporalidad y sexualidad

Un momento de tránsito en el que el cuerpo se transforma, la sexualidad se abre, se manifiesta o se confunde, y la vulnerabilidad se acentúa. La serie invita a pensar la sexualidad adolescente como algo que no empieza y termina en el acto, sino que está imbricada en el cuerpo, las relaciones familiares, los símbolos culturales, la escuela, la red, el silencio. Al centrar la trama en un entorno casteller, la corporalidad colectiva (los castells) se contrapone a la corporalidad íntima, privada, adolescente. Esta metáfora permite ver cómo los jóvenes están dentro de un cuerpo mayor (la comunidad), pero también luchan por su cuerpo propio, sus deseos, sus límites.

  • Herencia generacional, tabúes y silencios

Una de las líneas más potentes es la del legado: no sólo de la tradición cultural (los castells), sino de la emocional y psicológica. Los adultos llevan con ellos heridas no cerradas, modelos de sexualidad, de género, de poder que son transmitidos o retenidos. La serie explora ese peso de lo que se hereda —lo visible e invisible— y cómo condiciona a los adolescentes en su tránsito hacia la autonomía. Esto implica una invitación a preguntarnos: ¿qué estamos transmitiendo las generaciones previas? ¿Cómo acompañamos? ¿Dónde hay silencio o negación?

  • Comunidad, cuerpo colectivo, tradición y modernidad

La colla castellera es una estructura comunitaria que revela cómo la tradición sostiene, pero también cómo puede limitar o invisibilizar. En Pubertad, esa tradición sirve de microcosmos para pensar el cuerpo común y el cuerpo individual, el deber y el deseo, lo colectivo y lo íntimo. También permite reflexionar sobre modernidad: redes sociales, móvil, exposición mediática, la velocidad de la información frente a la lentitud de la introspección y la comunicación auténtica. Las tensiones entre la norma y la excepción aparecen con fuerza.

  • Redes sociales, exposición mediática y consentimiento

La denuncia que estalla en redes sociales es metáfora de los nuevos modos de hacer público lo privado, de la transparencia forzada, de la viralidad. Las redes funcionan aquí como amplificadoras de culpa, de escarnio, de abandono, pero también podrían funcionar como espacios de visibilidad, de denuncia, de cambio. Habla de la complejidad de la adolescencia digitalizada, de la realidad de que la educación sexual sigue siendo insuficiente en muchos contextos.

 

La serie abre un espacio de empatía y reflexión: no se trata de víctimas y agresores irreductibles, sino de sujetos en tránsito, de familias que aman, de comunidades que resisten, de cuerpos que cambian. En lugar de caer en la condena, se abre a: entender, acompañar, reparar, no sólo castigar.

La serie plantea y nos plantea algunas cuestiones:

¿Cómo evitar la estigmatización de los adolescentes acusados o la simplificación de la experiencia de la víctima?

¿Qué rol asumimos como sociedad respecto a la educación sexual, el consentimiento, la exposición digital, el cuerpo adolescente?

Esta serie invita a que miremos la adolescencia como un espacio vital, ético y comunitario que nos interpela a todos/as —padres, madres, educadores/as, profesionales, ciudadanos.

Nos sitúa ante preguntas incómodas: ¿cómo acompañamos a los adolescentes? ¿qué legados estamos transmitiendo? ¿cómo gestionamos el cuerpo, el deseo, la culpa, la exposición en la era digital? Y, lo más importante, ¿cómo podemos construir comunidad desde la vulnerabilidad sin caer ni en la victimización simplista ni en la condena sin matices?

La serie, en definitiva, no pide respuestas fáciles. Pero su valor reside exactamente ahí: en abrir puertas, en poner al espectador frente al espejo, en generar diálogo. En un mundo que a menudo tiende a polarizar, Pubertad opta por la ternura crítica, por la mirada que comprende sin renunciar a exigir.

Equipo de Pedagogía Sistémica

 

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